Lulu es ya una mujer y camina como una niña. Pisa los charcos, vuela por encima del sembrado, se adentra en el bosque para buscar el cuerpo de su madre. Su madre, comida por el olvido como una planta trepadora que paraliza a toda la familia. Su madre, que salió a dar un paseo y le dijo cuando ella tenía trece años: «Espérame aquí y no te muevas». Lulu no fue obediente y, después de la detonación, huyó. A Madrid y a Londres, que son ciudades sin recuerdos agazapados.
Mati es la melliza de Lulu. Tiene una vida bien urdida: novio, finca y casa. El muro que ha levantado es esbelto y con flores. Es abogada de cierto prestigio en la ciudad y al acabar el trabajo vuelve al pueblo con su padre. Allí le llegan los rastros del pasado y, antes de dormir, en el desorden, se le aparecen los fantasmas.
Un día Lulu decide regresar al hogar: su hermana se casa. Es la excusa perfecta, pero ha estado lejos demasiados años y Mati finge que no la reconoce. Y Lulu comienza a girar a su alrededor, y a jugar con el peligro y el destino: caballos, drogas, macrodiscotecas y amores desquiciados en el territorio áspero y salvaje del noroeste español de los años noventa.
En este thriller intimista, el reencuentro de Lulu y Mati será una lucha, una lucha en la que caen los muros pero persiste la ausencia. Irán por el sendero antiguo, el de los extraviados, buscando la respuesta al fondo del bosque. Preguntarán cuál es el sendero que tomó su madre y por qué se fue. Preguntarán si está viva y si las abandonó. Preguntarán si cayó en la trampa del cazador. Y, al final, en las respuestas está la madre despidiéndose para siempre.