Cuando Mariano Fortuny y Madrazo murió en Venecia en 1949, toda una época desapareció con él. Hijo y nieto de artistas, su padre era considerado el mejor pintor de su generación, fue pintor él mismo, fotógrafo, inventor, escenógrafo y, sobre todo, diseñador. Las mujeres más modernas --Isadora Duncan, Eleonora Duse, Consuelo Vanderbildt o María Laura de Noailles-- vistieron sus maravillosas telas estampadas y sus increíbles vestidos de seda plisada, los Delphos, cuya técnica es irrepetible.
Su vida transcurrió entre su Granada natal, el París de la Belle Epoque y el palacio veneciano en el que tenía su taller; con la música de Wagner de fondo, el teatro y los ballets rusos y las conversaciones con sus amigos, también artistas, entre los que se contaban Gabriel D’Annunzio y Marcel Proust, quien le convirtió en un personaje de En busca del tiempo perdido.
Mara Malibrán y Fernando López Agudín resucitan a este personaje fascinante, y nos devuelven los colores, las texturas y la exquisita artesanía del mundo finisecular que protagonizó Fortuny, el último señor de Venecia.
