El testimonio de cómo las enfermeras luchamos contra un virus que paralizó al mundo. 2020 fue el Año Internacional de las Enfermeras. Lo celebramos de un  modo extraño y al que no estamos acostumbradas: luchando contra el  coronavirus debajo de un EPI, siendo protagonistas en los balcones de  cada casa, en los medios de comunicación y, finalmente, en los centros  de vacunación. No hubo fiestas ni actos especiales en nuestro año ni en  el siguiente, pero sí hubo un sentimiento de orgullo por saber que  estábamos haciendo historia. Siempre habíamos estado ahí, pero pocas  veces se nos había visto tanto. También seguiremos estando cuando se apaguen los focos. Esta es la historia de todo lo que sucedió después de la primera ola,  cuando veíamos con desesperación cómo la Covid-19 volvía a llenar  hospitales, de una pandemia que jamás olvidaremos y de la campaña de  vacunación más grande que la humanidad ha vivido. Millones  de dosis de  esperanza administradas con orgullo por enfermeros y enfermeras  alrededor del mundo, los mismos que primero lucharon armados con bolsas  de basura y que lo hicieron después con una jeringuilla en la mano. Esta es la historia de una enfermera que luchó contra el coronavirus en  primera línea, armada con una bolsa de basura y una mascarilla  reutilizada. Pero, en realidad, es también la de todos los enfermeros y  las enfermeras que plantaron cara al virus, esos a los que la sociedad  llamó héroes, y por quienes aplaudía a las ocho, mientras ellos y ellas vivían con el miedo pegado a su espalda. Es el testimonio de sus lágrimas, temores y sacrificios, y a la vez de  la inmensa felicidad que sentían cada vez que apagaban un respirador y entregaban el alta a un paciente. "El testimonio de cómo las enfermeras vivimos los días en que un virus  paralizó el mundo en poco más de tres meses y sumió a España  en la peor pandemia del siglo XXI."